El modo en el que una escritora nombra el mundo (o su mundo) plantea posibilidades infinitas para la escritura. En ese sentido Eugenia Almeida (premiada, traducida y publicada en varios países) construye un abecedario, su propio abecedario, para dar cuenta de una serie de elementos que abarcan tanto los recuerdos como las influencias. Así es que la K estará destinada a Kafka y la percepción que se tiene de él y de su obra. Y, antes de eso, la letra I será el disparador de un recuerdo: la inundación, vivida en un pueblo durante sus años de infancia, le servirá para referirse a una lluvia más cercana y de su inicio en un techo de chapa. 

Con respecto a la escritura el texto está escrito con un tono poético, pero que se entrecruza con el género del ensayo. Hay mucha atención puesta en el lenguaje, pero también hay ideas, reflexiones y demás. Aunque, quizás, sólo sea necesario citar un fragmento del libro para dar cuenta del proyecto. En el inicio la autora escribe una suerte de texto de introducción (o poema de intenciones) bautizado: “¿Qué es este libro?”. Y en esa primera página se lee: “Una moneda que tuvo valor y ahora vale por otra cosa. Por ser un símbolo. Por querer decir algo. Una omisión. Una ofrenda”.